Una idea con la que se nos ha sometido a través de nuestro condicionamiento como mujeres, ha sido la de tener que “ser buenas”, buena hija, buena esposa, buena madre…
Para algunas de nosotras “ser buena” ha sido una importante faceta con la que hemos decorado el personaje que hemos creado.
De manera sutil nos han ido elogiando, que nuestra renuncia al enojo es una virtud, “mira fulanita de tal no se enfada nunca” “qué amorosa es” “es una SANTA”… y nosotras hemos sido cameladas para renunciar a nuestro poder y vivirnos sometidas, sumisas, ATRAPADAS en esa bendita cualidad de “ser buenas”.
De manera inconsciente para conseguir afecto, reconocimiento…nos situamos en las relaciones en una posición que nos enajena de ser nosotras mismas, relegando nuestro poder y condenándonos a estar al servicio del entorno.
Necesitamos desenmascarar que esta cualidad, nada tiene que ver con el amor y para ello es preciso que reconozcamos en nuestro interior que, lo que estamos intentando, es complacer para evitar que la otra parte se enfade y nos retire su afecto. Esa bondad que nos hacen creer que es una cualidad genuina, no es más que una debilidad sustentada en nuestro miedo al conflicto.
El conflicto es algo propio de toda relación, por lo tanto no se trata de intentar que no suceda, sino de desarrollar la fuerza que me ayude a tomar las decisiones más adecuadas y pretender llevarlas a cabo en cada momento.
Un rasgo que define a una buena relación es que el conflicto se resuelve de manera constructiva. En toda relación personal se da un juego de poder y en una sana no existe ninguna parte sometida, el poder es compartido.
Una frase con la que se suele reforzar la idea de ser buenas: “es egoísta pensar en una misma”. Necesitamos desarrollar nuestro poder personal para ser una misma, donde además de escuchar la exigencia de la otra parte también escucho a la mía y a partir de aquí ELIJO llevarla a cabo, renunciar a ella o negociar.
Necesitamos reconocer y desarrollar ese poder que está anhelando ser vivido en plenitud, que me facilite la aspiración de ser yo misma sin la necesidad de hacer juegos para perseguir la falsa trampa de “ser buenas”, y que la amabilidad y el amor sean fruto de vivirme con autenticidad, de manera genuina.
Julia
Publicado a las 12:01h, 03 eneroGracias “Mujeres en Creciente” por vuestra luminosa aportación con esta página web, me ha gustado esta reflexión y estoy de acuerdo con el contenido de lo expuesto.
Yo hace muchos años que me di cuenta que me vivía con ese personaje. Por un lado me reconocía «atrapada» como dice el texto, en la estrategia de «ser Buena» y sin embargo me resultaba imposible hacer el cambio que posibilitara ese anhelo de ser más «yo misma», ya que cada vez procuraba llevar a cabo ese costoso cambio, me sentía mal conmigo misma. En vez de sentirme satisfecha por escuchar a mi interior y poner voz a mis necesidades, me enfrentaba a una resaca emocional que me culpaba de ser egoísta cuando surgía un conflicto, de ser responsable de generar sufrimiento e incluso podía asomar una idea de fondo de ser mala persona.
Me encantaría como dice el último párrafo, ser yo misma y de manera auténtica vivirme en mi plenilunio, sin tener que cargar con esas ideas negativas acerca de mi persona. Con este anhelo me surgen las siguientes preguntas. ¿Se puede hacer este cambio? y ¿Cuál sería la forma para llevarlo a cabo?
Abrazos
Izar
admin_mujeres
Publicado a las 17:58h, 06 eneroGracias Izar por compartir tu experiencia con nosotras.
El hecho de que nos hayamos vivido desde que tenemos uso de razón de esa manera, nos puede llevar a la conclusión que somos así, como que es parte de nuestra identidad. Pero la realidad es que venimos a este mundo siendo dependientes y durante nuestra primera experiencia en la familia de origen nos condicionamos a un número de creencias, que son las que nos sirvieron para conseguir afecto y reconocimiento, aunque muchas veces a un alto precio como: “Tus necesidades no son importantes o menos que las de los demás” “Es egoísta pensar en una misma” “No está bien que te enfades”…
Comentas que cuando eres tú misma te enfrentas a la resaca de las creencias limitantes que te hacen sentirte mal. Es casi imposible cambiar la programación de la infancia con fuerza de voluntad.
Para ello hemos diseñado un programa de 9 sesiones, donde desde el agente más poderoso de cambio que tenemos “la Auto-observación”, vayamos reconociendo nuestras limitaciones con sus consiguientes heridas y vayamos creando las nuevas experiencias en un marco grupal, que en vez de la censura de nuestra familia de origen, den la bienvenida a las nuevas formas de relacionarnos con nosotras y con el mundo.
Isis
Publicado a las 11:39h, 25 noviembreMe he sentido muy identificada con todo lo expuesto en el texto. Resulta increíble y aterrador a la vez, como podemos pasar por encima de nuestras necesidades y/o deseos por cubrir los de otros . Como la sociedad nos envuelve en ese manto hasta generar una necesidad (siempre insatisfecha) de dar más y más, en esa búsqueda insaciable de aceptación, cariño y/o afecto, muchas veces a cualquier precio, en el que, por norma general implica perdernos a nosotras mismas. Es tan importante escucharnos, como lo es encontrar nuestra propia voz, perder el miedo a ser una misma.
admin_mujeres
Publicado a las 12:54h, 02 diciembreGracias Isis por tu aportación, nuestro sistema (patriarcal) educa a las mujeres de forma desempoderada y nos refuerza a través de la Ley de Afecto (amor condicionado) para que vivamos para «los otros». Darnos cuenta que el disfrute de una vida plena conlleva mirar hacia una misma y aprender a nutrir nuestras necesidades, puede ser el primer paso para afrontar los miedos, como decía Simone de Beauvoir: «La feminidad consiste en gran numero de pequeños lazos tenues pero robustos, los cuales hay que ir rompiendo a medida que se van descubriendo».