Una idea con la que se nos ha sometido a través de nuestro condicionamiento como mujeres ha sido la de tener que “ser buenas”, buena hija, buena esposa, buena madre…

Una idea con la que se nos ha sometido a través de nuestro condicionamiento como mujeres, ha sido la de tener que “ser buenas”, buena hija, buena esposa, buena madre…
Para algunas de nosotras “ser buena” ha sido una importante faceta con la que hemos decorado el personaje que hemos creado.
De manera sutil nos han ido elogiando, que nuestra renuncia al enojo es una virtud, “mira fulanita de tal no se enfada nunca” “qué amorosa es” “es una SANTA”… y nosotras hemos sido cameladas para renunciar a nuestro poder y vivirnos sometidas, sumisas, ATRAPADAS en esa bendita cualidad de “ser buenas”.
De manera inconsciente para conseguir afecto, reconocimiento…nos situamos en las relaciones en una posición que nos enajena de ser nosotras mismas, relegando nuestro poder y condenándonos a estar al servicio del entorno.
Necesitamos desenmascarar que esta cualidad, nada tiene que ver con el amor y para ello es preciso que reconozcamos en nuestro interior que, lo que estamos intentando, es complacer para evitar que la otra parte se enfade y nos retire su afecto. Esa bondad que nos hacen creer que es una cualidad genuina, no es más que una debilidad sustentada en nuestro miedo al conflicto.
El conflicto es algo propio de toda relación, por lo tanto no se trata de intentar que no suceda, sino de desarrollar la fuerza que me ayude a tomar las decisiones más adecuadas y pretender llevarlas a cabo en cada momento.
Un rasgo que define a una buena relación es que el conflicto se resuelve de manera constructiva. En toda relación personal se da un juego de poder y en una sana no existe ninguna parte sometida, el poder es compartido.
Una frase con la que se suele reforzar la idea de ser buenas: “es egoísta pensar en una misma”. Necesitamos desarrollar nuestro poder personal para ser una misma, donde además de escuchar la exigencia de la otra parte también escucho a la mía y a partir de aquí ELIJO llevarla a cabo, renunciar a ella o negociar.
Necesitamos reconocer y desarrollar ese poder que está anhelando ser vivido en plenitud, que me facilite la aspiración de ser yo misma sin la necesidad de hacer juegos para perseguir la falsa trampa de “ser buenas”, y que la amabilidad y el amor sean fruto de vivirme con autenticidad, de manera genuina.